Sí, lo sé, el título es algo raro, pero no encuentro otras palabras para describir lo siguiente.
Siempre fui muy apegado a mi prima
Alejandra. Cuando esto ocurrió, hace ya varios años, ella tenía la edad
de diecinueve años y yo quince. Nuestros familiares siempre nos decían
que parecíamos «uña y mugre», ya que siempre andábamos juntas de un lado
a otro. Pero siempre hubo un hábito de Alejandra que a mí nunca me
gustó: a ella le gustaba la pornografía.
Siempre creí que la pornografía sólo le
gustaba a los hombres, pero mi prima muchas veces me contó de nuevas
páginas que encontraba o de algunas prácticas sexuales bastante
extrañas. Como ella sabía que a mí no me gustaban esas cosas, se
limitaba a contarme de vez en cuando los resultados de sus búsquedas,
pero jamás me incitó a ver una pagina así.
Cierto día de abril, me contó que había
encontrado una página nueva en donde si te registrabas, tú mismo podías
hacer tus videos o tus fotos «xxx». El primer error que cometió fue el
de registrarse. En un inicio ella miraba pornografía, pero jamás subía
fotos suyas o daba alguna información acerca de su vida.
Desgraciadamente, después me enteré de que había empezado a tener varios
seguidores en esa página porque había empezado a subir fotos de ella
desnuda.
Entonces nuestra relación se fue
debilitando poco a poco, hasta que terminó por extinguirse. Pasaron
algunos meses en los que no tuve contacto con ella, pero una noche
acudió a mi casa llorando y pidiéndole a mis papás que la dejaran hablar
conmigo. Mis papás, preocupados, nos dejaron charlar a solas.
Alejandra me contó que desde que empezó a
subir ese tipo de fotos, una chica de nombre Esther la había agregado
como amiga, y que en la página de Esther había fotos de ella haciendo
muchas cosas incorrectas. A pesar de saber que de esa amistad no saldría
nada bueno, mi prima aceptó ser su amiga y poco a poco fueron
compartiendo fotos y experiencias. Después de contarme esto, mi prima se
puso muy nerviosa y me dijo que desde hace algunos días, Esther subía
fotos en donde aparecía desnuda y llena de sangre, con su cuerpo
mutilado, moretones en su cara y cadenas en sus pies. En pocas palabras,
eran fotos de ella asesinada, en las que también se veía la sombra de
quien había tomado las fotos, y mi prima sospechaba que el mismo
fotógrafo era el asesino.
Aunque su relato me sorprendió, aún no
comprendía del todo por qué Alejandra quería hablar conmigo, pero
la respuesta a esa pregunta me llegó pronto.
Mi prima me dijo que en los comentarios
de las fotos del asesinato de Esther aparecía un link bastante extraño, y
que ella, por curiosidad, se atrevió a abrir esa página. Lo que vio fue
algo perturbador: cientos de fotos de chicas asesinadas de la misma
manera que Esther, y al final de cada foto, la leyenda «Tú eres la
siguiente», acompañada de la foto de mi prima… Obviamente ella se asustó
y cerró de inmediato la página; pero dice que cada noche podía ver a un
hombre en su ventana sosteniendo una cámara en sus manos. Y cuando lo
miraba detenidamente, podía ver que ese hombre sólo tenía una horrenda
sonrisa en la cara. Sin ojos ni nariz.
¿Qué podía hacer yo? Aunque no creía su
historia, le permití que durmiera varios días en mi casa, y como ella no
vio en esos días nada extraño en las ventanas ni nada por el estilo, se
sintió lista para regresar a su departamento.
Después de un tiempo dejé de saber de
ella, hasta que un día mis padres me informaron que la habían asesinado;
pero no me dijeron cómo o por qué. Tampoco me dejaron ir al funeral esa
tarde, así que decidí meterme a la red social pornográfica en la que se
había suscrito.
Y ahí estaban: fotos de ella, un día
antes de su muerte, amarrada a una cama, desnuda y con muchas agujas en
su cuerpo, llagas en los brazos y moretones en su cara. No pude ver las
siguientes fotos. Lo único que me alegró fue no ver el link que ella me
describió… Aquel en donde le anunciaron que ella sería la siguiente.
Cuando les conté a mis papás de lo que
vi, y quisimos revisar la página, ésta había sido dada de baja, y el
cómo murió mi prima quedó en una pregunta sin respuesta. Aunque juraría
que ayer, cuando dormía, pude ver la silueta de un hombre en la ventana
de mi vecina… un hombre sosteniendo una cámara…
«Pobre chica», pensé. «Todo por subir sus fotos a una página de internet».
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